sábado, 5 de noviembre de 2011

Las historias del vividor

La misma noche que estaba escuchando Hamlet recordé que tenia pendiente un tema en borrador: he soportado las historias del vividor. Quien no conoce uno. Alguien que sabe focalizar sobre su persona la atención del grupo de gente que hay alrededor, con sus historias, contadas al detalle, con emoción. Oyendo estas historias yo siempre acabo pensando que mi vida es aburrida, insulsa, anodina. Pero en el fondo es lo que busco, pocos sobresaltos en una vida tranquila.

En mi caso es cierto, no busco vivir al limite, ni que me pasen grandes cosas, no en vano he derivado mi vida hacia la contabilidad, nada que ver con el riesgo ni el desenfreno. De no haber estudiado para contable hubiese estudiado historia, las cuentas contables pueden variar por error pero en una excavación arqueológica es difícil que nada se mueva. Me gustan las cosa fijas predecibles, sin muchos sobresaltos a excepcion de los paseos en moto. No practico deportes de aventura tipo puenting rafting o todos los demás que acaban en ing. No voy a los parques de atracciones, no vaya a ser que se me dispare la adrenalina. Si hasta mi videojuego favorito es uno de asimilación de conducir camiones y no paso de 90 kilómetros hora, para ser realista. Creo haber repetido este párrafo en una de cada tres entradas o mas, me estoy repitiendo.

Para explicar porque busco la tranquilidad solo basta decir que pienso demasiado las cosas, le doy vueltas y vueltas, no soy una persona precisamente decidida. Así por ejemplo después de una tarde de cañas veraniegas si a algún colega se le ocurre la idea de ir a las fiestas de algún pueblo cercano yo tengo mis dudas. Por mi cabeza empiezan a aparecer Guardias Civiles dispuestos a retirarme una de posesiones mas preciadas: el carne de conducir. Aun cuando puede que sea el que menos cerveza ha bebido pues no es de mi total agrado. Para cuando acabe de dar vueltas a la cabeza mis amigos ya están allí.

El titulo de la entrada hace referencias a las historias del vividor, pero en muchas ocasiones el vividor mas que vividor es un buen contador de historias. Alguien que sabe contar grandes cosas a partir de cualquier cosa corriente. -Fui al supermercado y no me llegaba el dinero para pagarlo todo, una duda me asalto, debía dejar fuera el jabón o el pan, ir limpio o comer-. Otro cualquiera se hubiese quedado en el simple hecho de decir, -que vergüenza, me falto dinero-. Yo mismo.

Suele haber un día en que se descubre que muchas veces el vividor es en realidad historiador. Estas con él, ocurre algo, nada fuera de lo común. Al cabo de unos días lo escuchas como lo cuenta y miras de forma diferente lo ocurrido, -no fue exactamente así, fue un poco diferente, creo que exageras-. Pero claro el vividor ya se ha convertido en el centro de atención sabe especificar los detalles necesario para magnificar el suceso. La primera vez lo piensas, no lo dices, si alguna vez se te ocurre comentarlo, el vividor-historiador te guarda en su archivo. La próxima vez que vaya a contar algo y estés implicad te sugerirá con una mirada, imperceptible para el resto, que guardes silencio, que el relato es suyo. En milésimas de segundo piensas -puedo desenmascarar si es historiador o vividor-, para inmediatamente seguir pensando puedo quedar como uno mas o unirme al club de implicados en sus historias.

Finalmente la testosterona se impone: yo no voy a ser menos, le dejas contar la historia, a todos nos gusta aunque sea por un momento y en boca de otro ser el centro de atención. Cuenta la historia, te cede un poco de gloria porque si quiere seguir contado sus vivencias necesita testigos, aunque sean mudos. Cuando acaba de contar la historia, el suceso, te das cuenta que con el tiempo se puede ir haciendo mayor, aumenta el desfase realidad-fantasía. Llegas, yo por lo menos, a la conclusión de que la mayoría de cosas que se cuentan se van exagerando con el tiempo, así que tomas con cuidado muchas de las historias que te van contando, supongo que igual que el resto de oyentes.

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